Este post trata de reflejar algunas situaciones vergonzantes que hayamos tenido que vivir a lo largo de nuestra vida (da igual niñez, adolescencia o espléndida madurez). Como en mi caso han sido muchas, pondré un par de ella para no machacaros mucho.
Los primeros meses de empezar a currar me ocurrió lo siguiente: un día por la tarde, antes de marcharme ya para casa, noto que tengo una especie de cosquilleo en las yemas de los dedos al teclear en el ordenador, me parece extraño pero consigo olvidarme al salir del trabajo. A la mañana siguiente, al volver a trabajar vuelo a notar ese mismo cosquilleo, me miro las yemas (en aquel momento todavía tenía las 10) y veo que algunas de ellas están rojas, como si me hubiese pintado de rotulador o algo parecido.
Yo soy un poco acojonado para los temas de salud, así que me empiezo a asustar. Me froto un poco con saliva por si es tinta de algún tipo, pero no sale, empiezo a pensar: “esta es la reacción física al cosquilleo en las yemas de los dedos”. Como hay un servicio médico en la empresa, bajo raudo y veloz con cara preocupada al despacho de la doctora, una señora cincuentona con bastantes malas pulgas. Le cuento la historia y le enseño los dedos, me mira confusa, perpleja,…me dice que nunca ha oído esos síntomas y pone cara de incredulidad.
Me pregunta si no será rotulador, le digo muy serio que no, que imposible. Me contesta que bueno, que vamos a probar. Coge un bote de alcohol que empapa en un algodón y me lo empieza a pasar por las yemas. Sorprendentemente para mí, se empieza a diluir una tinta de color rojo (toda la pinta de ser rotulador). La doctora se me queda mirando con cara de alucinada. En ese momento tuve la sensación de leer muy claramente su pensamiento: “O este tío es muy listo y se ha inventado todo esto para que le de una baja, o es que es muy tonto…”. Mientras seguía con la cara de alucinada y sin articular palabra, me despedí lo más rápido que pude y salí pitando de la consulta bastante avergonzado
El segundo suceso: A la edad de 5 ó 6 años pasé mis vacaciones en un pueblo costero del Levante (creo que era Gandía). Recuerdo que una tarde, mi madre nos llevó a mi hermano y a mí al circo, recuerdo un cartel bien grande en el que anunciaban la actuación estelar de Teresa Rabal, que por aquellos primeros 80, era una megaestrella infantil con su archiconocido “Veo, Veo”
En un momento del espectáculo, mi entonces idolatrada Teresa pide entre el público 5 niños y 5 niñas para salir al centro de la pista. Yo que siempre he sido vergonzoso para estas cosas, ni se me pasa por la cabeza prestarme voluntario, aunque mi madre empezó a darme la brasa para que fuese. Al cabo de un rato ya han salido las 5 niñas y 4 niños y Teresa Rabal no para de pedir al último niño, mi madre empieza a hacerla gesto señalándome a mí y Teresa Rabal empieza a achucharme micro en mano para que salga, así que al final, mi madre me medio obliga y no me queda más remedio que salir al centro de la pista.
Somos 5 niños y 5 niñas todos en torno a los 6 años, excepto una niña a la que le calculo poco más de 2 y que se mantiene de pie de milagro. Rabal empieza contar que hay que hacer 2 pruebas, y que los ganadores se llevarán un premio. La primera se trata de bailar el hula hoop al son de una musiquita de Enrique y Ana (“baila el hula hop, baila el hula hop, ohhhhh). No lo hago del todo mal para lo descoordinado que soy y quedo segundo entre los niños, por supuesto todas las niñas lo hacían mejor que cualquiera de los niños y el niño que gano estoy seguro que hoy tiene un puesto de relevancia en la revista “Zero”. (seguro que ahora le llaman “Jula” Hop)
La segunda prueba es conjunta, se trata de hacer 5 parejas con las niñas y niños y bailar algo agarrado. Las parejas las hace Teresa Rabal, que por supuesto a mí me encasqueta a la niña de 2 años que no se pispa de nada. Suena la música y los niños se ponen a bailar juntos o a hacer lo que pueden, la niña de 2 años ni se mueve, la tengo que agarrar y llevarla un poco con la manos, le saco 3 cabezas y la niña a duras penas anda y se balancea hacia los lados a punto de caerse. Parecemos una niña retrasada y su cuidador, oigo miles de risotadas en un escenario que a lo mejor eran 800 personas pero que a mí me parece el Bernabéu, quiero que acabe lo antes posible y que la tierra me trague. Encima nos dan el segundo puesto (supongo que por lo pintoresco de la pareja) y me quedo sin regalo ni en el hula-hoop, ni en el ridículo baile.
Vuelvo enfurruñado a mi sitio, ese día no le dirijo la palabra a mi madre y pongo a Teresa Rabal entre mis personajes más odiados. Con los años se me pasó, pero cada vez que la veo por la tele, me acuerdo de aquella escena.
También está la ocasión en la que perdí la yema de mi dedo derecho,…
pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión…
De la primera movida no me entero de nada, ni si era rotulador o no y dónde estaba la vergüenza... debe ser que sigo espeso del reventón del concierto de ayer de Biohazard.
ResponderEliminarRilova, bravo por la historia de la mítica Teresa Rabal, sabes que con eso me tienes más que ganada.
ResponderEliminarComo historia chunga contar que de pequeña (7 años no más) estas me encerraron (perras) en el baño para tocarme las pelotas y finalmente conseguí sacar la puerta de las bisagras y la dejé apoyadita en la pared.... la profesora flipo y afortunadmente no me dijo nada... supongo que pensó que tenía suficinte con ser tan agropecuaria como soy.
Sí Coco, al final era rotulador, pero yo pensaba que era algún tipo de erupción premonitoria de una enfermedad extraña que me iba a tratar Gregory House.
ResponderEliminarPor cierto, si os da mucha vergüenza contar anécdotas vuestras, las podéis contar de otras personas.
Hola a todas,
ResponderEliminartu historia del rotulador Carlos me recuerda a que cuando yo curraba en Sogecable me tiré una semana llamando a los de mantenimiento para que arreglaran una gotera que yo pensaba que había encima de mi ordenador, pues se me mojaba el pelo con frecuencia cuando estaba sentado.
Después de desmontar los paneles del techo varias veces y perjurarme que allí no había gotera alguna, me cabreé, me fui a fumar a la zona del café y después de beber agua en una fuente de esas que tienes que apretar un botón, mis compañeros se descojonaron porque la fuente tenía dos pitorros y era la que me mojaba el pelo todos los días...
Me despollo contigo, Mariano. Me estoy descojonando leyendo tu historia, pero es que mi mujer se ríe todavía más. Estoy por recopilar todos tus posts al final de año y publicar un libro con ellos. ¿Sabes que a Bottle ya no le gusta mi blog?
ResponderEliminarGracias Rilovich, tus halagos me suben la moral.
ResponderEliminarÚltimamente tengo la moral por las nubes, me he ligado a un pibón que me saca una cabeza, me he hecho 300 km andando (camino santiago), estoy más delgada y me he dejado una barba estupenda.
Sigue con tu blog please, es una de mis alegrías semanales. A Botellón dile que es un ñoño, un sieso y un aburrido, que no todo en esta vida es el deportito...